sábado, 28 de febrero de 2015

En busca del alma de Fénix Grau - Capítulo 1 - parte 1

Desde la atalaya de León, en el piso séptimo del único edificio alto del complejo industrial, podía contemplarse toda la plazoleta. Distinguió desde lejos la llegada de los hermanos. Como era su costumbre, caminaban con las manos enlazadas, como si fueran enamorados o aún no hubieran abandonado la infancia. Al llegar al atrio del complejo, con una cúpula de vidrio que protegía a los empleados de las inclemencias del tiempo, pero no de las miradas de León, los hermanos tuvieron que separarse, y a pesar de ser por pocas horas, hasta que llegara la del almuerzo, la despedida fue larga. Seguro que Sandra aconsejaba a su hermano que no soportara las impertinencias de nadie y que fuera a buscarla si tenía algún problema. Se despidieron con un pico y Fénix se alejó sabiendo que su hermana lo observaba, preocupada, porque aquel era su primer día de trabajo, un simple puesto de limpiador que, sin embargo, lo llenaba de felicidad porque ya no dependería económicamente de Sandra y ella no tendría que hacer tantas horas extras. 

La relación de los dos hermanos producía celos y envidia a León. Al principio le pareció extraña, enfermiza, antinatural. Luego, poco a poco, fue comprendiendo y aceptándola. Todavía recordaba la primera vez que se topó con el muchacho. Sandra y León habían trabajado hasta altas horas de la madrugada para recuperar el sistema informático de la empresa de un virus. Había sido la única técnica que se había prestado a quedarse a trabajar a deshora. Ya no pasaban autobuses cuando terminaron y Sandra tuvo que aceptar que la llevara a su casa. Antes de apearse del coche, Sandra preguntó a bocajarro: 

- ¿Quiere subir y echar un polvo? 

Lo inesperado del interrogante y el que no lo tuteara al proponer algo tan íntimo, hizo que León se desternillara de risa antes de responder. Sin duda se había percatado de las miradas furtivas que hizo durante el rato que estuvieron juntos a su escote y sus piernas interminables. 

A la pregunta de la chica respondió besándola y metiendo la mano entre sus piernas. Sólo llevaba el sexo cubierto por un minúsculo tanga de color carne. Lo había vislumbrado mientras se arrastraba por el suelo para conectar de nuevo los ordenadores que había desenchufado de la electricidad para evitar que se infectaran con el virus. La minifalda que vestía era la menos apropiada para trabajar gateando bajo las mesas. León tardó en distinguir la minúscula prenda interior porque se camuflaba con su piel. Creyó que bajo la falda iba completamente desnuda y esa idea lo excitó tanto que tuvo que escapar al baño para masturbarse como un adolescente. 

Ya sobre la cama, complemente satisfechos, aún jadeantes y enlodados en sudor, León quiso conocer más sobre Sandra. Empezó reprochándole que fuera tan brusca cuando lo invitó a su casa. 

- Debes decir: ¿Quieres subir a tomar un café?

- No tengo leche. No podría haberlo invitado. 

- Es sólo un subterfugio. 

Sandra asintió, como si comprendiera, pero por su expresión se podía deducir que no era así. 

- No tiene que preocuparse, sólo ha sido un polvo. Mañana, cuando nos veamos en el trabajo, puede volverme a ignorar. 

León iba a protestar. ¿Cuándo la había ignorado él? El cuerpo de Sandra era como un imán: no podía apartar los ojos de él en cuanto se colaba en su campo visual. Pero las palabras se le atragantaron porque en la puerta apareció un desconocido, un chaval tan alto que casi rozaba el dintel, con expresión de haber sido expulsado de un sueño muy profundo y vestido sólo con unos boxers que parecían gravitar en sus caderas. La primera reacción de León fue cubrirse, la de Sandra, salir de la cama y abrazar al muchacho que respondió aferrándose al cuerpo que se le ofrecía como si fuera una tabla de salvación en mitad de un naufragio. Los pechos de Sandra estaban pegados al tórax del desconocido, sus brazos lo atraía hacia a ella como si quisiera fundirse con él, y sin duda el muchacho sentiría el cosquilleo de una pequeña nube de vello que Sandra lucía sobre los labios de su sexo. 

- Es mi hermano. A veces tiene pesadillas -explicó Sandra, y se fue con él, sin molestarse en cubrir su desnudez. 

Explicación

Unos amigos de publicidad me han pedido que los ayude con un experimento. Como si fueran Jack El Destripador, han descuartizado Las Cincuenta Sombras de Grey. Conocen los pormenores que la han llevado a tener éxito. Quieren saber si resulta fácil, con las mismas bases de la famosa trilogía, conseguir resultados semejantes, o sólo se ha tratado de un misterio de aceptación del público casual y fortuito. 

Vosotros vais a proporcionar la respuesta.